Las conversaciones se vuelven superficiales, forzadas o casi inexistentes; ya no hay interés en compartir pensamientos o sentimientos profundos, no hay una comunicación real…

Uno o ambos empiezan a desconectarse, ya no se buscan ni se extrañan, puede haber presencia física pero distancia o ausencia emocional…

Disminución del afecto, menos contacto físico, caricias, abrazos, besos o palabras de cariño; todo empieza a sentirse más frío…

Evitan estar juntos, prefieren estar solos con el celular o con otras personas, y ya no hay entusiasmo por hacer planes en pareja…

Las peleas y conflictos son frecuentes y sin solución, se repiten por los mismos temas y ya no hay intención real de resolverlos; hay criticas constantes por las decisiones o comportamientos del otro, y solo se acumula resentimiento…

Ya no importa si el otro está bien o mal; hay desiterés por su bienestar, falta de empatía o indiferencia ante sus emociones y solo viven discutiendo sobre los mismos temas sin llegar a soluciones…

Fantasean estar solos o con otra persona y uno o ambos se imaginan una vida sin la pareja, con alivio e incluso entusiasmo, evitando así el contacto físico y afectivo…

No hay apoyo ni admiración, han dejado de ser equipo, ya no celebran sus logros ni se apoyan en los momentos difíciles…

Aunque no hayan grandes peleas, se siente que algo falta, ya no hay conexión, mas bien hay un sentimiento constante de insatisfacción, y un aumento en las conductas de celos o posesividad…

Ya no se habla del futuro, no se hacen planes a largo plazo, ni se visualiza una vida compartida; los planes a futuro ya no incluyen a la otra persona…

A veces una relación puede atravesar crisis y salir fortalecida si ambas partes están dispuestas a trabajar en ella; pero si estas señales persisten y ya no hay voluntad ni energía para sanar, es muy probable que la relación esté llegando a su fin…

¡Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia!