En la escuela no me hablaron de la luna y sus fases, de la tierra y sus ciclos, de la muerte como renacimiento, de la sexualidad como sagrada, del cuerpo como templo…
Me hablaron de adaptarme, de encajar, de sentarme siempre en el mismo banco y ver repetidamente un solo ángulo de las cosas…
Me calificaron con números, me hicieron sentir a veces más, pero casi siempre menos que otros; donde a veces merecía y muchas más veces no…
Me dijeron que era distraído, rebelde e irrespetuoso, que me calle, que estudie hasta lo que no me guste y que saque una hoja como amenaza…
Me quisieron dar miedo, me quisieron sumiso, sistémico, sin chistar, obediente y prolijo…
Pero nunca nadie quiso que me descubriera, me esperó, me preguntó, se detuvo a mirarme…
¿Cuándo va a existir una cultura que nos mire a cada uno detenidamente, sin dejar de querer que seamos todos iguales?
Somos lobos bautizados perros, que queremos aullarle a la luna sin que nos digan loco, viviendo a nuestro propio ritmo sin que nos programen metas, sin sentir miedo…
Te regalo mi estructura y mi productividad, pero déjame ser libre y creativo aunque no te guste y te incomode…