IV LA VIDA SIGUE SU CURSO

Estuvimos siendo pareja por cinco años y a los 23 años, pocos meses antes de casarnos y ya pedida en matrimonio, me embaracé, era un bebé producto de nuestro gran amor.

Pero el entorno familiar de ambos, el amor y aceptación que tanto seguíamos buscando de nuestros padres, la familia, la sociedad, etc. era algo que ambos no estábamos listos para enfrentar y ese miedo tan profundo de ser castigados y condenados hizo que perdiéramos a nuestro primer bebé, sentí que el corazón se me partió en dos, el dolor debió haber sido similar al que viví cuando era una niñita y una vez más nadie me acompañó en este dolor, todo mi ser lo mostraba, pero nadie pudo verlo, ni reconocerlo y nuevamente viví en soledad esto, porque el dolor debía ocultarse, debía callarse, y estaba a lado de alguien a quien le enseñaron a hacer lo mismo.

Mientras tanto, como norma debíamos visitar a sus padres por las noches varias veces en la semana. Ellos nunca me aceptaron, me veían menos, sobre todo su madre que prácticamente me quitaba el saludo y me pasaba por alto cuando ofrecía una Coca-Cola, además de muchísimos desplantes más.

Yo era agresivamente ignorada por ellos, y por añadidura por mi marido al permitirlo. Todo seguía desarrollándose sin ninguna reacción de alguien, e igualmente había que seguir yendo juntos, porque él sólo no iría. ¿Por qué tenía que ser así le decía? Porque son mis padres respondía tajantemente apretando los dientes ¡Son mis padres! por tal motivo no existía excusa alguna en mí para no hacerlo.

El sólo suponer no ir con él a visitarlos o atreverme a comentarle a la salida en el carro algo de lo sucedido sobre el maltrato que sufría por ellos y de cuánto me estaba afectando, podría ocasionar un conflicto que me pondría en peligro de muerte, como a la niñita que por no obedecer al no querer comer la pusieron en peligro de muerte.

Como hacerle algo así, sólo alguien muy malo podría intentar separarlo de sus padres y causarle tanto dolor, y yo no podía permitir que alguien a quien amaba tanto experimentara ese dolor. ¡Sería algo más por lo que yo tendría que sufrir!

Así comenzó nuestra vida matrimonial, junto a alguien que no sabía ver y que como todo aparentemente estaba bien, las cosas dolorosas seguían estando a nuestro lado como una sombra, sin poder reconocerlas ni siquiera a la luz.

Esa era la única vida que ambos hasta ese momento habíamos conocido.