Cuando tenía dos años y medio comencé a llorar en mi silla de comer porque no me gustaba la comida que me daban, al no querer abrir la boca para comer mi tía que era quien me acompañaba, comenzó a forzarme embutiéndome cada bocado por lo que comencé a llorar, ella llamó a mi madre quien en su desesperación porque me callara me comenzó a zamaquear pidiéndome que dejara de llorar, yo estaba cada vez más asustada, ella al no lograr que me callara me llevo al baño para meterme a la ducha, y al ver un lavatorio con agua, me sumergió la cabeza en el lavatorio y literalmente casi muero asfixiada, pero finalmente me callé.
Esto marcó mi vida y fue determinante en como mi vida llegó a ser de la manera que fue, e hizo que me apartara del mundo y me refugiara en mi interior, estaba sola muy sola, de allí en adelante llegué a la conclusión de que no tenía a quien voltear la cara a pedirle ayuda, ni en quien confiar, y tuve que vivir con esto en soledad.
Siendo niña tuve 3 accidentes en los que el dolor me hizo llorar y sentirme en peligro de muerte: Uno de ellos fue al romperme la cabeza en la casa de una amiga vecina con quien estaba jugando y al levantarme choqué mi cabeza con la ventana de hoja que estaba abierta y me la rompí. Me salía muchísima sangre y sentí mucho dolor por lo que comencé a llorar e inmediatamente corrí a mi casa y en vez de pedir ayuda, me escondí detrás de un sillón, lloré y lloré en silencio por horas, sentía tanto miedo de que me vieran llorar, estaba bañada en sangre y pensaba que moriría. Mi amiga había corrido también y les contó lo que pasó, escuchaba pasos y mi nombre buscándome en la casa y luego en la calle, pero escondida me sentía más segura. Me encontraron dormida después de horas y me llevaron a la clínica para que me cosan la cabeza.
Mi niña había llegado a la conclusión de que llorar era igual a morir y ese era un riesgo por el cual no podía pasar una segunda vez.
Así viví y así crecí, sintiéndome muy sola, sobretodo porque nadie pudo nunca reconocer mi soledad, mi dolor, este miedo que calaba mi ser. Me preguntaba ¿Que hago aquí…?