EL ELEFANTE ENCADENADO

Cuando éramos niños, como todos los niños nos encantaban los circos, y lo que más nos gustaba de los circos eran los animales.

Durante la función el enorme elefante hacía despliegue de su monumental peso, tamaño y su fuerza descomunal, pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionada una de sus patas, a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, era obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de golpe con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la pequeña estaca y huir.

El misterio es: ¿Qué es lo que lo mantiene atado entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando teníamos cinco o seis años y todavía confiábamos en la sabiduría de los grandes y uno preguntaba por qué el elefante no se escapaba, un adulto nos decía porque está amaestrado.

A la pregunta siguiente, y si está amaestrado, entones, ¿Por qué lo encadenan? No recibíamos ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo olvidamos el misterio del elefante y la estaca, pero por suerte para nosotros, alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa, porque ha estado atado a una estaca parecida, desde que era muy pero muy pequeño. Con tus ojos cerrados imagina ahora, al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy segura de que en aquel momento el pequeño elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo hacerlo. La estaca era ciertamente muy fuerte para el recién nacido. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro día, y al que le seguía. Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso que vemos en el circo, no escapa porque cree que NO PUEDE. Él tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor, es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro o conclusión a la que llegó. Y jamás, jamás intentó poner a prueba su fuerza otra vez.

Y así es cómo todos somos como ese elefante del circo: Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas “No Podemos” simplemente, porque alguna vez, antes, cuando éramos niñitos probamos y no pudimos. O alguien nos dijo que no podríamos y lo hizo por nosotros.

Hicimos, entonces, lo que el elefante: Grabamos en nuestro recuerdo el sentimiento de impotencia, y la creencia de NO PUEDO, NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ.

Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. Cuando mucho, de vez en cuando hacemos sonar las cadenas o miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma: NO PUEDO Y NUNCA PODRÉ…

Tu única manera ahora de saberlo es intentándolo de nuevo y poniendo en el intento todo tu corazón, verdaderamente todo tu corazón.

Vacía de tu mente todas esas falsas creencias que te limitan, libérate de las cientos de estacas que te restan libertad, libérate del sentimiento de impotencia e insuficiencia y de todas esas mentiras que te hicieron creer. Sólo así, podrás reconocer tu magnificencia, sólo así, podrás dejar brillar tú propia luz, revelar los atributos de lo Divino que están dentro de ti, y sólo esperan pacientemente ser reconocidos, para revelarse en tú vida.

Recuerda que el mismo Poder que ha creado el UNIVERSO, es el mismo Poder que está dentro de ti. Tú eres el medio para revelar la grandeza de lo que Dios Es.

Tú AMOR hace visible a Dios.