A un líder se le reconoce por su capacidad para influir positivamente en los demás, inspirar confianza, motivar hacia un propósito común y tomar decisiones con responsabilidad y visión…
No siempre ocupa un cargo formal de autoridad; muchas veces, lidera con su ejemplo, su coherencia y su empatía…
Un líder auténtico:
Escucha activamente y se comunica con claridad…
Inspira confianza y respeto sin imponer miedo…
Asume la responsabilidad de sus actos y decisiones…
Promueve el crecimiento de los demás…
Actúa con integridad y coherencia entre lo que dice y hace…
LO CONTRARIO
Si les gritas a tus empleados, no mereces llamarte a ti mismo un líder…
No estás siendo «directo», estás fuera de control…
No los estás «haciendo responsables», les estás mostrando tu debilidad…
No solo te temen, también te evitan…
La persona más ruidosa de la sala nunca es la que está a cargo; el que está a cargo siempre es el que no necesita levantar la voz…
Los verdaderos líderes no pierden el control, ni en privado, ni bajo presión, ni delante de sus empleados…
Porque en el momento en que lo hacen, toda la organización pasa de la confianza, a la supervivencia…
Desde allí, tu equipo empieza a esconderse…
¿Pero lo peor de todo?
Dejan de dar lo mejor de sí mismos, porque los matas en el momento en que subes el volumen…
Si no puedes regular tus propias emociones, nadie debería informarte…
Si tratas a tu gente como una amenaza, construirás una cultura de miedo, no de grandeza…
Si tu estándar de comunicación es gritar, no eres un líder…
No se gana el respeto por ser ruidoso; se gana siendo estable…