Este sentimiento aparentemente poético se conoce como vacío existencial y ha sido ampliamente estudiado por Viktor Frankl (1959) en su obra El hombre en busca de sentido…
Donde señala que muchas personas no temen a la muerte, sino a la sensación de haber pasado por la vida sin haberla habitado realmente…
Esto también ha sido relacionado con la disociación atencional y la desconexión emocional…
¿Tú eres de esas personas? Quizá no lo sabes, pero lo eres…
¿Tienes quizá 40 años, un trabajo estable, hijos y una agenda tan bien organizada que ni un huracán podría alterar tu día?…
Pero cada noche cuando apagas la luz, una pregunta flota en tu mente ¿Dónde estoy yo en todo esto?
Tu vida transcurre como un reloj suizo, donde todo encaja, menos tú…
Años confundiendo eficiencia con plenitud; cumplir con vivir; productividad con propósito…
Una vida funcional, resolutiva, admirable, pero completamente ausente de tí mismo…
Una vida de desconexión atencional crónica, con el cerebro operando durante largos periodos en modo multitarea…
Inhibiendo la red de consciencia del momento presente, donde haces más, pero sientes menos…
Nunca miras cuando te hablan; estás sin estar; cumples pero no vives; resuelves sin estar presente, sin sentir el momento, sin saborear la vida…
Pasas tiempo con tus hijos, pero no es lo mismo que estar con ellos; tienes pareja pero no es lo mismo que amar con atención plena; respiras pero no es lo mismo que estar vivo…
Esta divagación mental afecta a millones de personas atrapadas en rutinas, que apagan la conexión emocional con su propia existencia…
Sabes hay algo más triste que morir, y es llegar al final de tu vida y darte cuenta que nunca estuviste aquí del todo; solo necesitas volver a ti mismo y al hacerlo la vida ya no te pasa, por fin te has subido a ella…