¿PERDEMOS A ALGUIEN CON LA MUERTE?

No, porque lo que significaron para nosotros, lo que sembraron, lo que nos dieron, y lo que seguimos sintiendo, sigue vivo…

Sí, porque perdemos su presencia física y su compañía activa al mirar el lugar donde solía estar y ver que ya no está…

El duelo no tiene un reloj, no hay fecha exacta en la que todo deje de doler, habrán días en los que parece que avanzas, y otros en los que te quiebras solo con un recuerdo…

El amor que diste, el amor que recibiste, no desaparece con la muerte, solo se transforma, se convierte en memorias…

A veces sientes culpa por reír, por seguir, por continuar; pero vivir no es olvidar, es honrar, es seguir construyendo desde el amor que quedó sembrado en tu corazón…

Recuérdale, habla de la persona, llora si lo necesitas, pero a la vez permítete sanar, porque aunque tu historia con esa persona cambió, no terminó…

Vive de tal forma qué donde quiera que esté, pueda estar orgulloso de ti; la persona ya no estará presente en cuerpo y es esta ausencia concreta la que puede doler profundamente y sentirse como una pérdida irreversible…

Lo que se pierde es el intercambio, la evolución conjunta, los nuevos recuerdos, es eso lo que se detiene, pero al mismo tiempo, esa relación continúa a través de la memoria, los sentimientos, el amor que sigue vivo…

La muerte no es un final, sino una transición, dónde su presencia cambia de forma, está en otro plano, en un estado espiritual distinto, pero el alma continúa por siempre y seguimos acompañados por quienes han partido…