Érase una vez un maestro zen que fue interpelado por un guerrero samurái, quien le pidió que le enseñara el significado del infierno y del cielo…
El maestro le respondió: «Nunca le enseñaré algo a alguien tan ignorante y violento como tú»…
El samurái se enfureció herido en su orgullo y rojo de cólera desenvainó su espada, dispuesto a matar al anciano, alzó su espada y estuvo apunto de matarlo…
El maestro dijo: «Eso es el infierno»…
Inmediatamente, el samurái comprendió, volvió a envainar su arma, respiró hondo, y se inclinó con respeto…
El maestro dijo: «Eso es el cielo»…
El infierno y el cielo no son lugares lejanos, son elecciones que hacemos a cada instante…
El cielo y el infierno son nuestra propia creación, podemos elegir vivir con ira y odio en las profundidades del infierno o alimentar los valores del amor y la compasión, y vivir en el cielo…
Donde no hay amor y compasión, no hay cielo, no hay espiritualidad…